12
Jun
2015
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La conexión con la tierra de Cazú Segers
La arquitecta chilena Cazú Segers fue la encargada de clausurar ayer en la Sala Benito Juárez de la Casa de Iberoamérica el ciclo Arquitectura y Mujer en Iberoamérica, organizado por el Aula Americana de Arquitectura de Andalucía, que ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Cádiz, el Colegio Oficial de Arquitectos de la Provincia y la Junta de Andalucía, entre otras instituciones.
Segers aludió en su charla a la fuerte conexión que existe en Chile con la tierra: “Somos una unión de lo indígena y los españoles, una mezcla que yo llamo ‘el hombre astral’ (...); Chile es un país sumamente telúrico y austral, con una gran variedad geográfica y de climas, un lugar aislado”. Esa posición geográfica, matizó, cambia de alguna forma al añadir la isla de Pascua al mapa chileno, “cuando aparecen nuevas fronteras, Nueva Zelanda y Australia”.
La arquitecta relata cómo influyó en su discurso artístico el encuentro con Lemi Ponifacio, un coreógrafo y artista de Samoa, “que plantea en su espectáculo lo mismo que yo en mi arquitectura”.
Aparte de exponer las líneas básicas de su filosofía, Zegers habló de sus proyectos concretos, tanto los realizados e madera como en hormigón y otros materiales. Precisamente, el primer encargo de una casa lo recibió de uno de sus amigos. La Casa Cala, un proyecto premiado y que se hace eco de la arquitectura vernácula desarrollada en los galpones de madera construidos por los colonos alemanes que a principios del siglo XX se instalaron en el sur de Chile para dominar nuevos territorios.
Por supuesto, no fue el único encargo de un hogar para una familia, sino que después vinieron muchos más. La Casa Luna, situada en la V región, “es como un caracol; una casa contemporánea, pero al mismo tiempo medieval”. La propietaria de la Casa Do, en Huebtelauquen, al norte de Chile, le pidió a la autora “un útero frente al Océano Pacífico” y Zegers materializó sus deseos en una circunferencia de hormigón, un espacio contenido entre dos muros curvos que acogen, con forma de matriz, el abismo en el borde costero. Tampoco hay que olvidar la propia casa de Cazú Zegers, la Casa Soplo, que se plantea como un pabellon abierto al paisaje, con una gran influencia de Richard Sierra. Ni la casa que diseño para su madre, Casa Esmeralda.
El proyecto Kawelluco es uno de los más sobresalientes de su carrera. Kawelluco (que en idioma mapuche significa ‘abrevadero’ o ‘agua para el caballo’) es la ocupación de un antiguo campo maderero en la Araucanía para crear un espacio en el que vivir, no un balneario. “Para eso me fijo en lo que hacen los mapuches, porque nuestra intención era ruralizarlo”.
Situado a diez minutos de un centro urbano importante (Pucón), Segers concibe allí un edificio simple que es la portería. “Rehabilitamos un galpón que sirve para recibir a la gente que viene a comprar. Es una analogía de una casa del te japonesa. En el interior, no hay simetría. El ocupante es el que completa el espacio”.
Pero quizá es el hotel Tierra de Patagonia uno de sus proyectos más emblemáticos. Situado en el lago Sarmiento (Parque Nacional Torres del Paine) se funde con el paisaje como si fuera un fósil que allí descansa. Cuenta tan sólo con 40 habitaciones y la idea de Zegers al diseñarlo fue alterar el paisaje lo menos posible. Incluso, según contó, se creó un sendero mientras se realizaba la obra y se trasladó la vegetación de la zona para trasplantarla después y evitar que se perdiera.
La arquitecta relata cómo influyó en su discurso artístico el encuentro con Lemi Ponifacio, un coreógrafo y artista de Samoa, “que plantea en su espectáculo lo mismo que yo en mi arquitectura”.
Aparte de exponer las líneas básicas de su filosofía, Zegers habló de sus proyectos concretos, tanto los realizados e madera como en hormigón y otros materiales. Precisamente, el primer encargo de una casa lo recibió de uno de sus amigos. La Casa Cala, un proyecto premiado y que se hace eco de la arquitectura vernácula desarrollada en los galpones de madera construidos por los colonos alemanes que a principios del siglo XX se instalaron en el sur de Chile para dominar nuevos territorios.
Por supuesto, no fue el único encargo de un hogar para una familia, sino que después vinieron muchos más. La Casa Luna, situada en la V región, “es como un caracol; una casa contemporánea, pero al mismo tiempo medieval”. La propietaria de la Casa Do, en Huebtelauquen, al norte de Chile, le pidió a la autora “un útero frente al Océano Pacífico” y Zegers materializó sus deseos en una circunferencia de hormigón, un espacio contenido entre dos muros curvos que acogen, con forma de matriz, el abismo en el borde costero. Tampoco hay que olvidar la propia casa de Cazú Zegers, la Casa Soplo, que se plantea como un pabellon abierto al paisaje, con una gran influencia de Richard Sierra. Ni la casa que diseño para su madre, Casa Esmeralda.
El proyecto Kawelluco es uno de los más sobresalientes de su carrera. Kawelluco (que en idioma mapuche significa ‘abrevadero’ o ‘agua para el caballo’) es la ocupación de un antiguo campo maderero en la Araucanía para crear un espacio en el que vivir, no un balneario. “Para eso me fijo en lo que hacen los mapuches, porque nuestra intención era ruralizarlo”.
Situado a diez minutos de un centro urbano importante (Pucón), Segers concibe allí un edificio simple que es la portería. “Rehabilitamos un galpón que sirve para recibir a la gente que viene a comprar. Es una analogía de una casa del te japonesa. En el interior, no hay simetría. El ocupante es el que completa el espacio”.
Pero quizá es el hotel Tierra de Patagonia uno de sus proyectos más emblemáticos. Situado en el lago Sarmiento (Parque Nacional Torres del Paine) se funde con el paisaje como si fuera un fósil que allí descansa. Cuenta tan sólo con 40 habitaciones y la idea de Zegers al diseñarlo fue alterar el paisaje lo menos posible. Incluso, según contó, se creó un sendero mientras se realizaba la obra y se trasladó la vegetación de la zona para trasplantarla después y evitar que se perdiera.